Cuando crecen los años
no se incrustan, se anidan
sin causar el menor daño.
Todo es frescor y algarabía,
nos atrevemos a extender las manos.
cuando decrecen los años,
llegan y se enquistan,
van causando estragos
desde los pies hasta la vista.
Hay paciencia y sabiduría,
aún puede haber belleza,
pero ya no hay algarabía.
Muchas veces llegan con tristeza
y siempre habrá con ellos
un toque de nostalgia y melancolía.
Lo que se ató... se desanuda
y lo que se soltó... se añora,
en ocasión desnuda,
junto a sensaciones plenas
cuanto mas inoportunas.
Se fueron, los que una vez vinieron,
regresaron quizás,
algunos de los que se fueron,
muchos de la vista gorda se hicieron
y otros pocos al llegar y ver, salieron corriendo.
Pero el amor que anidó en el pecho
incrustado e insatisfecho había quedado en celo,
nunca se amarrará más a otros ojos
como en los de los dulces abuelos.
¡Cómo pesan los años dorados!
¡Cómo se sienten los años ajenos!
Sé que algún día te estaré esperando
con un bastón junto al fuego...
Pisadas profundas de largo kilometraje
cargando tanto angustias como felicidades.
Es bello envejecer sin deber nada a nadie,
sólo la vida al cielo y las canas a los aires.
Etiquetas: Poesía.